Reflexión #1 de nuestro Rector,
Diego Mauricio Mazo Cuervo Ed.D.
El año 2020 comenzó con grandes expectativas, debido a los rumores sobre un virus en China. La Organización Mundial de la Salud declaró una emergencia de salud pública de preocupación mundial el 30 de enero. El 11 de marzo, el brote de un nuevo coronavirus (COVID-19) fue declarado pandemia mundial, y para finales de abril, la mayoría de los países comenzaron el confinamiento que tendríamos que enfrentar por cerca de dos años.
La gran mayoría de instituciones educativas tuvieron que contratar sistemas de videoconferencias, Learning Management Systems (LMS) y otras herramientas para continuar las actividades académicas. Fue necesario capacitar aceleradamente a los profesores, revisar los reglamentos y flexibilizar las evaluaciones, porque la realidad es que muy pocas instituciones estaban preparadas para asumir el reto. Afortunadamente, en CEIPA habíamos migrado a la telepresencia dos semanas antes de declarar el confinamiento, debido a la emergencia ambiental que vivía Medellín en aquellos días.
Una vez iniciado el confinamiento, salió a flote el rezago en el que se encontraban las instituciones educativas. La falta de incorporación de tecnologías de información, las didácticas obsoletas, el enfoque educativo basado en la memorización del conocimiento y la falta de desarrollo de competencias para enfrentar el siglo 21 se hizo evidente. En síntesis, ni las instituciones, ni los académicos estaban preparados para moverse en ambientes que no fueran presenciales. Y no sólo se trataba de una limitación en el manejo de herramientas, faltaba una cultura de la formación sin barreras de tiempo y espacio.
Como nunca antes visto, comenzaron los foros, artículos y eventos desde diferentes sectores cuestionando las instituciones educativas. Fue ilusionador ver la preocupación general por la calidad de la educación vista desde la realidad de la vida diaria y no desde los indicadores académicos.
Durante dos años, las instituciones invirtieron en tecnologías de información y comunicaciones, desarrollaron materiales y formaron profesores para tratar de “equiparar la educación en medios digitales” con la experiencia en el aula. Sin embargo, la falta de preparación, experiencia y visión pasó factura a muchas instituciones. Para finales de 2021, llegaron las primeras autorizaciones para regresar a las aulas con limitaciones y para finales de 2022, la mayoría de instituciones habían vuelto a las aulas y al modelo prepandémico.
Después de dos años de cuestionamientos a la educación por parte de todos los estamentos, padres, estudiantes, profesores, órganos gubernamentales, empresarios y, en general, la sociedad, volvimos al modelo anterior. Lo increíble es que sabemos que el modelo prepandemia no da respuesta a los retos de la sociedad y la naturaleza, pero parece que eso a nadie le importa ya. ¿Qué pasó con las grandes inversiones en TIC?, ¿les pedimos a nuestros docentes que se capacitaran e invertimos en formación para volver a lo mismo?, ¿qué pasó con las profundas reflexiones, debates y propuestas que surgieron en medio de la cuarentena extendida?
Algunos optimistas, como yo, creíamos que esta pandemia que cuestionó tanto la educación sería la oportunidad de oro para dar un salto cuántico en la regulación, en las instituciones, en los estamentos de gobierno y, muy especialmente, en la mentalidad de los académicos. Pero al ver que la pandemia se “terminó” y que volvimos a la normalidad prepandemia con el viejo sistema educativo cuestionado y criticado, sólo nos queda preguntarnos: ¿Aprendimos algo en la pandemia?
